Relaciones Sagradas - parte 4

2) Me comprometo a no dejar solo/a a esa persona.

Ayudémosla desde donde lo necesita para crecer no desde lo que queremos nosotros. No significa ahogarla, ni sofocarla, significa estar: en las buenas y las malas. No significa hacer el trabajo por él o ella, ser como un andamio.
Si siente miedo, darle amor, si siente ansiedad darle amor, si siente celos darle amor, etc.
Si está mal, tal vez sólo necesite hablar y allí tienen que estar nuestros oídos.
No tenemos necesidad de llenarla de consejos: “tenés que hacer esto o aquello”, o de reproches “yo te dije, viste, yo te dije”. Tenemos que aprender a escuchar. Uno de los problemas de la comunicación es que tenemos la boca más grande que los oídos. Comencemos a desarrollar el tercer oído.
Simplemente escuchemos, sin prejuicios, sin encuadrar; vaciémonos de nuestro yo y pongámonos en los zapatos de la otra persona y cuando sepamos de su percepción, cuando sentimos que estamos abrazando con nuestro corazón su historia, simplemente digamos: “te comprendo”.
“Te comprendo” son palabras mágicas, recrea la comunicación y reestablece en la otra persona los hilos naturales de su propia comunicación interna. El proceso es suave y eficiente.
En general debiera ser así, en particular esto tiene que ser una práctica constante a los profesionales que trabajan con gente, desde la enseñanza o desde la curación. Además en los niños a quienes a veces minimizamos lo que les pasa diciéndoles “no es nada”. En forma indirecta le estamos inculcando a dudar de sus sentimientos, que son importantes.
Hay dos cosas que debemos entender que hace el ego, o el juego de patrones en nosotros:
- Activa miedos.
- Activa culpas.
Si yo no comprendí bien lo que está pasando el otro, si me largué a hablar antes de escuchar, es probable que con mis consejos activen aún más sus miedos y seguramente con mis reproches se activen aún más sus culpas y distintas formas de auto castigo. De aquí al abismo en la comunicación hay un paso. Además la estoy dejando sola por mejor que sean mis intenciones. Necesito entender también cuando mi propia compañía la está dejando sola.
En la medida que nosotros hagamos un prolijo trabajo con nuestros miedos y comencemos a ponerle nombre y apellido, vamos a comenzar a entender mejor los miedos del otro. Allí vamos a poder ayudarle a separar lo que es real de lo irreal, y en pocas palabras siempre respetando su ecología, pero constantemente, si así ocurre, “te comprendo”.
Desde esta comprensión puedo hacerle entender a esa persona que realmente es Amor, Sabiduría y Poder.
El miedo aísla, el “te comprendo” une, sana. Dando Amor se incrementa el Amor en mí y ambos subimos en auto estima. En mi florece aquello que doy.

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